De manera que, actualmente un examinador debe invertir no más de 30 minutos por examinando. Se les obliga a realizar 13 exámenes por jornada laboral. Multiplicando 30 minutos por 13 exámenes, vemos que invierten 390 minutos de su jornada en realizar estos 13 exámenes. Traducido a horas son 6.5 horas. Debemos suponer que tienen algo más que hacer en su jornada para llegar a completar su horario.
Es hablar sin saber, es presuponer sin conocimiento que no crea que tienen algo más que hacer aparte de recojer su carpeta y devolver los expedientes al finalizar la jornada. No parece que esto pueda tomarles una hora.
Todos sabemos que es difícil que todos los examinandos agoten sus 30 minutos, de tal forma que generalmente no se agota el tiempo establecido para los citados dejando huecos libres en el horario del examinador, que al menos puedan utilizar para soltar el estrés, la "adrenalina" de los exámenes realizados hasta ese momento o para encontrar su momento "mindfulness" (o como se escriba) antes de recibir a los siguientes. Frecuentemente esto sucede también en la última cita del día, dejando que el funcionario pueda dedicar parte de su jornada laboral a otros menesteres propios, como disfrutar de un pequeño ágape antes de ir a casa, hacer su compra en "mercadona" o estudiar cómo mejorarse a si mismo en el desempeño de sus funciones.

Tengo claro o no, que tuvieron que esforzarse para conseguir su plaza más de lo que yo me he esforzado para llegar donde estoy. Estoy haciendo lo que hago por vocación, convicción y porque tengo las aptitudes necesasarias para ello y no tanto para otras cosas.

Me parece genial que las personas luchen por mejorar lo que tienen. No obstante, agradecería ver que otros agradecen lo que ya consiguieron y no traten de mejorarlo si para hacerlo tienen que empobrecer o, como en nuestro caso," pauperrimizar" (si es que esta palabra exista), a otros profesionales haciendo imposible su desempeño.

Me parecería más aceptable que su protesta la llevaran a cabo haciendo huelga a la japonesa o encerrándose en las jefaturas provinciales o manifestándose día sí día también en donde les pareciera al terminar su jornada laboral, o haciendo su trabajo con el mayor de los celos posibles, recibiendo al alumno como se merece, explicando en qué va a consistir el examen de la manera más precisa, haciendo las mejores comprobaciones previas, explicando punto por punto cada una de las faltas anotadas en la hoja de examen o, si les parece correcto, explicando a cada aspirante el motivo de su enojo con Tráfico.

Pero no estoy nada de acuerdo con que la forma de protestar sea hacer que el alumno comparezca y se quede junto a su profesor, esperando para no ser atendido, y obligando a la escuela a quedarse parada sin ofrecer los servicios que se le demandan por no poder culminar la formación de sus alumnos un día de examen que no existe.

A ver qué escuela puede mantenerse en el tiempo con cuatro exámenes por profesor cada 30 o 40 días. A mí, personalmente me resulta inviable. Ni siquiera aprobando todos los alumnos al primer intento, me generaría beneficios. Si encima tengo que reservar plazas en los cupos de examen para quienes lo intentaron y no lo consiguieron, entonces no puedo comenzar con alumnos nuevos porque moralmente no me siento capacitado para decirle que se prepare hoy y que se examine si tiene suerte dentro de tres meses.

Compañeros, no dejen la pasar la oportunidad de que los examinadores sepan lo que ustedes padecen cuando tengan la suerte de ser examinados.