La sindicación obligatoria

La sindicación obligatoria

Por omnibus

25/10/09, 18:01h

Cuando leáis esta historia tenéis que imaginar Autoescuela por Arroz, con una Sindicación Obligatoria, donde estuvieran tanto los empresarios, profesores como el resto de empleados, lógicamente habría que ver que tipo de representación debería tener cada estamento, este oficio funcionaria espléndidamente pues por medio de su reglamentación todos estarían obligados a tener un comportamiento correcto, porque en caso contrario, podrían ser expedientados y expulsados, con lo cual se impediría que continuaran en el oficio, tanto a los empresarios como a los profesores y resto de empleados.




UNA HISTORIA VERDADERA:


DON PEPITO MONTO SERRANO

 


LA SINDICACIÓN OBLIGATORIA

 


ORIGEN Y BASE FUNDAMENTAL


DE LA


FEDERACIÓN SINDICAL


DE


AGRICULTORES ARROCEROS DE ESPAÑA


 


Recuerdos de quien se ha hecho tan viejo que teme morirse del todo.


 


     Cuando regresé a Sueca, el año 1.928, después de una larga ausencia, hastiado de muchas ingratitudes y cansado de tantos viajes por España y por el extranjero, me encontré con el grave problema del arroz, el que se resentían todas las actividades de la ciudad.


     Tanto oír hablar a toda hora del problema, me hizo estudiarlo con cariño y llegue a la conclusión de que era cosa sencilla, pero casi imposible luchar contra la arraigada especulación y contra la usura en que estaban envueltos los pequeños cultivadores de arroz porque eran muchas voluntades las que habían de decidir y eran muchas las manos que trabajaban la producción arrocera.


     Vi claro el asunto.   


     Había que poner el arroz en una sola mano dirigida por una comisión de agricultores conscientes de su deber y de su responsabilidad.


     Pensé que había que crear la SINDICACIÓN OBLIGATORIA de los productores y había que reducir a cincuenta, los ciento cincuenta molinos arroceros que existían en España para elaborar las trescientas mil toneladas de arroz que se producían en la península.


     En Octubre de 1.929 hice un viaje a Madrid para habar de todo esto y me entrevisté con Don Manuel Delgado Barreto, director del periódico "LA NACIÓN" y con Don Gonzalo Latorre, su secretario, con los que me unía una gran amistad.


     Al poco rato de estar hablando con ellos, con la claridad característica en Delgado Barreto, comprendí que había llegado tarde, pues el General Primo de Rivera había puesto ya el pié en el estribo para marcharse.


     Los políticos se negaban a colaborar con Don Miguel y el Rey, que de un manotazo los había separado del poder el año 1.923, coqueteaba otra vez con ellos.


     Regrese para seguir organizando espectáculos teatrales, como nunca se habían visto en Sueca. El problema del arroz seguía agudizándose.


     Un día, el 24 de Octubre de 1.932, organice una función teatral para estrenar la famosa zarzuela "Luisa Fernanda".


     Ese día, del modo más original, inesperado y sorpréndete se produjo la chispa de la por mí anhelada Sindicación Obligatoria que había de ser la salvación de todas las comarcas arroceras de España y especialmente la de Sueca por la que he luchado siempre, llevado de mi amor entrañable por la tierra que me vio nacer.


     Para el estreno de la zarzuela "Luisa Fernanda" contraté la compañía completa del centro Calderón de Madrid, y traje 40 profesores de orquesta que actuaron bajo la dirección del Maestro Moreno Torroba, autor de la obra. Ante el enorme gasto que esto suponía tuve que aumentar el precio ordinario de las localidades en una peseta las butacas y un real las entradas generales.


     Estando haciendo la presentación de los artistas, como era costumbre en mi, grito una voz desde la entrada general: "Todo está muy bien, pero por ese real nos hemos quedado sin tomar café".


     La interrupción obtuvo una grande y prolongada carcajada, y yo, bastante molesto, me dirigí al Alcalde, Don Amadeo Carrasco que ocupaba un palco, diciéndole: "Señor Alcalde, como el teatro tengo que pagarlo cada vez que lo utilizo, le ruego haga el favor de pedirle el local al señor empresario para el próximo lunes y daré una conferencia completamente gratis, sobre el problema arrocero y le demostrare al amigo que ha interrumpido de qué modo, si todos hacen caso, él podrá adquirir una butaca y tomar café, en vez de comprar una general y quedarse sin tomarlo.


     La contestación mía alcanzo un aplauso unámine y estruendoso. No fue necesario que el señor Alcalde pidiera el local porque el empresario señor Carrasquer se presento enseguida en el palco y ofreció el teatro siendo ovacionado.


     No ocurrieron más incidentes y la representación transcurrió entre clamorosos aplausos.


     El lunes siguiente di la conferencia anunciada, con el tema: "LA SINDICACIÓN OBLIGATORIA COMO ÚNICA SOLUCIÓN DEL GRAVE PROBLEMA DEL ARROZ".


     La conferencia duro más de tres horas. (En esto le llevo la delantera a Fidel Castro).


     El lleno fue imponente y el éxito extraordinario.


     Ya ven ustedes de qué modo tan inesperado y sorpréndete surgió, por un real, la Federación Sindical de Agricultores Arroceros.


     Al día siguiente recibí una llamada del señor Alcalde, para que me presentase en la Alcaldía a las 12. al llegar me encontré con el Presidente del Sindicato de la Policía Rural y Carreteras, Don Baldomero García, el Presidente de la Comunidad de Regantes Don Julián Meseguer y el Secretario General de ambas entidades, Don Tomás Zamora, que se habían personado allí para decirle al Alcalde que la conferencia había sido interesantísima y que se haría todo lo posible para que se llevase a la practica lo expuesto por mí.


     Entonces se acordó que el Alcalde convocase una Magna Asamblea Arrocera, a la que se invitase al Ministro de Agricultura, a los Diputados a Cortes y Diputados Provinciales de las cuatro provincias arroceras, a los Alcaldes de los 75 pueblos arroceros de España y a todas las entidades agrícolas.


     Por radio, prensa nacional e invitaciones personales se hizo saber la noticia a todos, y en el mes de noviembre de 1.932 se celebro la magna Asamblea a la que acudieron todos los invitados menos el Ministro de Agricultura, que envió al Diputado a Cortes Don Miguel San Andrés, en representación suya, para que presidiera el acto.


     Hablé, en esta  Asamblea como ponente exponiendo la teoría de la Sindicación Obligatoria. También tuve una interrupción desde el publico: Estaba hablando de las dificultades de la exportación y uno del publico exclamo: "Deja la paja y vamos al grano". Le contesté como una flecha tirándole al corazón y hable del valor de las paja. El publico, puesto en pie me prodigo una ovación emocionante.


     Después habló otro orador en contra de la Sindicación Obligatoria, diciendo que era antidemocrática. ¡Como si hubiese alguna Ley que no fuese obligatoria!.


     Se aprobó por humanidad la idea de la Sindicación Obligatoria, acordándose enviar un extenso telegrama al Ministerio, dándole cuenta de lo acordado y pidiéndole que así lo decretase.


     Como la cuestión que se debatía había llegado a un punto en que era preciso darle estructura, ordenación y reglamentación, me presente en la Estación Arrocera de Sueca, para hablar con el ilustre ingeniero agrónomo Don Rafael Font de Mora, considerando que éste era la persona más capacitada y competente que había en España en este problema del arroz.


     En el despacho del señor Font de Mora estaban los funcionarios señores Don Arturo Torregrosa, Don Aniceto Meseguer y Don José-Maria Carrasco.


     En cuanto me vio don Rafael, y sin darme ni tiempo para habar me dijo muy sonriente: "Ya estoy enterado se sus conferencias arroceras y lo de la Sindicación Obligatoria, cosa en la que estoy completamente de acuerdo".


     No sabe, le dije, la alegría que me da. Ahora, me contestó: "Yo no pienso intervenir en nada que se refiera al problema del arroz; porque aún me duele la actitud de algunos agricultores en la ultima reunión, en la que se disolvió el Consorcio Arrocero".


     En realidad tenia razón para estar dolido por la absurda actitud de algunos que entonces tomaron algunos pueblos de la Ribera, que nunca han sabido corresponder a los desvelos y sacrificios que ha hecho por la producción arrocera el insigne Ingeniero Agrónomo.


     Aquel día hablamos de muchas cosas y concretamente, con su cortesía habitual, añadió: "Aquí, en este Centro, se le facilitaran a usted cuantos datos e informes estadísticos precise para la campaña que quiere emprender y que usted no supone lo dura y áspera que será", y dirigiéndose al probo funcionario Don José-Maria Carrasco, le dio la orden de que se me facilitasen cuantos informes estadísticos necesitase.


     Salió del despacho Don José-Maria Carrasco y al poco tiempo volvió con un puñado de documentos y copias de estadísticas.


     A los dos días volví a la Estación Arrocera para que don Rafael me aclarase algunas dudas y le encontré tan amable como siempre, pero más asequible, y entonces, sin rodeos, le supliqué que me ayudara en la campaña emprendida, diciéndole que yo no me encontraba preparado para articular el reglamento de una Entidad de esta índole, que yo aspiraba a que fuese declarada Ley.


     Don Rafael se quedó mirando un momento y me contesto: "Pues bien; véngase esta tarde a mi despacho en Valencia, calle Pintor López, y hablaremos.


     Llegué al despacho de Valencia, y después de hablar breves momentos se sentó ante la máquina de escribir y me dijo: "Dicté usted".


     Y YO DICTÉ: "Unión Sindical de Agricultores Arroceros". (Porque así pensé en los primeros momentos que se llamase la Entidad que íbamos a fundar. Después en Madrid el Director General de Agricultura, al decretarla le dio el nombre de Federación. A mi me era igual, con tal de que se sostuviese el principio de la Sindicación Obligatoria).


     "Articulo 1º.- Los cultivadores directos del arroz de las provincias de Valencia, Tarragona, Castellón y Alicante se agruparan con carácter obligatorio en la "Federación Sindical de Agricultores Arroceros" que se crea por la presente disposición.


     Don Rafael dijo: "Eso no se lo aprobaran".


      Y conteste: "Pues si no me aprueban la Sindicación Obligatoria, lo demás que se apruebe


Será todo inútil y destinado al fracaso. Tengo la seguridad de que lo aprobarán, aunque no quieran, porque el asunto va a ponerse tan grave que tendrán que aprobarlo por la fuerza de la gravedad. Y perdone el chiste.


     Don Rafael, sonriendo dijo: "Adelante pues". Articulo 2º.-


     Y rápido contesté: "El articulo 2º y todos los que se precisen le ruego que los haga usted, como solo usted puede hacerlos, porque es la persona más capacitada para ello sin lugar a dudas".


     Se resistía a hacerlo, pero al fin empezó a escribir el articulo 2º y todos los restantes.


     En lo que tardé en fumarme un par de cigarrillos, escribió todo el reglamento. Y ahí está para nuestra perfección.


     El 14 de enero de 1.933 se celebró en Valencia, en la prestigiosa Cámara Agrícola, una asamblea a la que asistieron delegados de toda la provincia, y a la que asistimos, en representación de Sueca: Don Baldomero García Segarra, Don José Marqués Puchol y el que suscribe. Yo hablé en nombre de estos señores; también expuse la idea de la Sindicación Obligatoria de los productores de arroz que fue aprobada por aclamación también en la Cámara Agrícola.


     Tenia razón. Yo no podía suponer lo dura que iba a ser aquella campaña que emprendía, porque no cabía imaginar que lo hacia poniendo todo el alma y todo el desinterés, fuese combatido con tanta saña, tanta ruindad y tanta insidia como se empleaba, no solo en combatir la Sindicación Obligatoria, sino en ataques canallescos a mi humilde persona.


     Como era natural, yo respondía a estos ataques adecuadamente excediéndome en los comentarios en algunos casos, lo confieso, pero si no lo hago así, se me habían comido.


     Profusión de anónimos, hojas sueltas impresas y artículos en los periódicos de la capital y en algún periodiquito local que llegó a honrarme con un número extraordinario y todo.


     Como casi no podía atender a esta campaña tan furiosa, tuve que abandonar el medio de ganarme la vida organizando espectáculos. Entonces hipotequé mi casa para poder subsistir y trasladarme a Madrid para seguir luchando en el Ministerio.


     Antes de llegar, supe la lucha sorda que me esperaba y que ésta sería peor que la de escándalo, que me había acompañado en Sueca.


      El mismo día que llegue a Madrid me encontré por la noche en el Café de Castilla a mi buen amigo el Doctor Massa, medico dentista, quien al contarle el objeto de mi visita a la capital me dijo: "Precisamente estoy tratando de la boca al Subsecretario de Agricultura, Don Santiago Valiente.  Mañana mismo a las cuatro de la tarde vendrá a mi casa.  Venga usted y le prepararé una entrevista provisional". Fui hablé con Don Santiago Valiente, que era muy amable y muy simpático. Hablamos mucho rato. Le pareció muy bien la idea de la Sindicación Obligatoria y me prometió que el señor Ministro me recibiría. A los siete u ocho días nos vimos en la calle de Alcalá frente al Acuarium. Nos reconocimos, pero él enseguida torció la vista y apretó el paso.


     Comprendí al momento que en su gestión en el Ministerio había fracasado.


     Por la noche hable con el doctor Massa y efectivamente había fracasado. El Ministro por el momento no podía recibirme.


     Esto me dolió un poco pero no me importo mucho, porque a los dos días de llegar a Madrid, me fui a la Dirección General de Agricultura en donde tenia un gran amigo y éste me presento al Director General Don Julio Tortuero que me abrió de par en par las puertas del Ministerio, y a los pocos días las puertas de su corazón. 


A Don Julio, que era un ilustre Ingeniero Agrónomo, le pareció magnifica la idea de la Sindicación Obligatoria.


     Como era un hombre de pro como se encuentran pocos, estuvo muy amable y me dijo que le gustaría que todas las mañanas fuese por la Dirección General y hablaríamos, además de estar un rato con los amigos íntimos que allí tenia yo.


     También me prometió que seria presentado al señor Ministro, pero en los tres meses y medio que estuve en Madrid, ni el subsecretario ni Don Julio Tortuero, ni varias personas influyentes, entre ellas Don Darío Marcos, Director General de Minas, pudieron conseguir que el señor Ministro tuviera un pequeño hueco en sus quehaceres para poder recibirme.


     ¿Qué pasaba que pudiera justificar la actitud del Ministerio en este asunto?.


     Pues muy sencillo: 


Que a un gran amigo suyo le disgustaba extraordinariamente la idea de la Sindicación Obligatoria por que ésta controlaría su negocio y el de cuarenta o cincuenta señores más, que se dedicaban a lo mismo.


     Las cuarenta o cincuenta mil familias de agricultores que se ven obligados a vivir del arroz, porque las tierras no pueden producir otras cosechas más que arroz, que se mueran de hambre. En Sueca pasaban hambre los humildes.


     Esta causa y sólo esta causa me impulso a emprender esta campaña que consideré y sigo considerando sagrada.


     A mi se me agoto el dinero que llevé para vivir en Madrid. Escribí a mis amigos del Casino de la Villa de Sueca, de los cuales casi ninguno era labrador y telegráficamente me giraron un poco de dinero para seguir resistiendo; pero el día 5 ó 6 de Mayo de 1.933 volvió a agotarse y no me atreví a pedir más.


     Entonces fui a la Dirección General para despedirme de Don Julio Tortuero y éste al verme tan triste me dijo textualmente: "Espere usted unos días más. Este es un caso de justicia y de amor propio para mi. Si tiene usted que irse, nos iremos los dos del Ministerio".


     Decidí esperar unos días más.


     Muy animoso me fui a comer al Café de Castilla, donde iba siempre. A mi gran amigo Don Federico Agutí, dueño del café le dije lo que me pasaba y me contesto: "Aquí tienes donde comer hasta que te caigas de viejo, pues no faltaba más. Defiendes una causa justa y seremos todos a ayudarte".


     Por la noche al ir a cenar, me encontré en el Café al glorioso Don Jacinto Benavente y al ilustre periodista y hombre de teatro Don Manuel Merino que me estaban esperando y me dijeron:


"Ya sabemos por el amigo Federico todo lo que te pasa. ¿Necesitas algún dinero?. Les dije que no y muchas gracias. 


Don Jacinto dijo: "Ya sabemos que si le necesitas. A fuerza de insistir le contesté que necesitaba trescientas pesetas y entregándomelas Don Jacinto dijo: "Nuestra amistad durará hasta el día en que intentes devolvérmelas".


     Al día siguiente me fui, como todas las mañanas a la Dirección General y me encontré con el secretario particular del Sr. Tortuero que me dijo: Don Julio vendrá enseguida. Ha ido al despacho del Ministro a presentarle dos Documentos: El Proyecto del arroz y su dimisión como Director General, si el proyecto es rechazado. Don Julio ya explicara en las Cortes los motivos de su dimisión". Me quede anonadado.


     Llegó después de un rato Don Julio y me dijo: "Abráseme usted. 


      El proyecto de la Sindicación Obligatoria será presentado a la firma del Presidente el Jueves 17".


     No se si está feo que diga que me eché a llorar, pero como es verdad lo digo.


     Inmediatamente fue llamado para informar el Director de la Estación Arrocera Don Rafael Font de Mora. Llego y el informe fue de total aprobación.


     Enseguida fueron llamados los componentes de la Unión Nacional de Arroceros y los de la Junta de Industriales Molineros para ser informados del proyecto y ver las objeciones que tuvieran que hacer. Yo fui convocado por el señor Director General.


     El Conde de Trenor, que fue una de las personalidades que acudieron a esta convocatoria, hablo conmigo y me dijo que estaba totalmente de acuerdo con la Sindicación Obligatoria. Con su proverbial bondad de la que después, tantas muestras he tenido, añadió: "Tenga animo. El triunfo es seguro".


     Celebramos dos o tres reuniones presididas, la primera por el Director General y las otras por el Director de la Estación Arrocera, y quedó todo resuelto sin variar una coma del articulado que había escrito Don Rafael Font de Mora.


     Entre el talento del Sr. Font de Mora, la diplomacia y sutil habilidad del Secretario general de la Unión Nacional Arrocera Don Eduardo Berenguer y mi tenacidad incorruptible, quedaron anulados los enemigos de la Sindicación Obligatoria.


     Todas las personas regresaron a sus puntos de origen.


     Llego por fin el Jueves 17 de mayo de 1.933.


     Acudí como de costumbre al despacho de Don Julio Tortuero en donde se encontraba Don Darío Marcos, quien me dijo: que habían convenido que yo fuese el Presidente Delegado del señor Ministro en el Comité de Valencia, a lo cual me negué rotundamente por haber anunciado durante toda la campaña que había sostenido, que me retiraría del Organismo una vez éste fuese creado.


     Expliqué los motivos que justificaban esta actitud mía y les convencí.


     Era la costumbre en los Consejos de Ministros presididos por el Jefe del Estado, que los decretos firmados por éste, fuesen entregados por los Ministros a los Directores Generales para que estos ordenasen su puesta en vigor.


     En esta ocasión se pendo de acuerdo con el Ministro, que don Darío Marco estaría en la antesala de donde se celebraba el Consejo y una vez firmado el decreto saldría un momento el Ministro, se lo entregaría a Don Darío para que éste lo pusiera en mis manos y fuese yo quien se lo entregara al Director General.


     A este momento acudieron todos los funcionarios de la Dirección, hasta los más viejos, pues nunca había ocurrido nada semejante, y todos se convencieron un poco, pues yo que estaba hecho migas, como suele decirse, no podía contener la emoción entre abrazos de todos, especialmente de Don Julio Tortuero.


     Terminado todo aquello me dijo Don julio que al día siguiente sería recibido por el Ministro y contesté que no podía quedarme ni un día más porque ya había anunciado por teléfono a mi amigo Bruno Fuset de Sueca que salía hoy y mañana les daría un abrazo a todos los amigos del campo de batalla. 


     Aparte  de que esto era verdad, es que ya no tenia ganas de ver al Ministro para nada, por que si no es por Don Julio Tortuero no había habido decreto. Y le dije a don Darío que cuando el ministro viniera a Sueca tendría gran placer en recibirle en mi casa.


     Con gratitud y abrazos me despedí de todos.


     Por la noche al tren. Al día en Valencia, y al llegar a la estación me encuentro a los amigos Bruno Fuset y enrique Alforja quienes me dijeron que habían preparado la comida en una tasca y habían encargado los billetes del autobús de Venancio para la tarde.  Al entrar en Valencia vimos los periódicos que con grandes titulares anunciaban la publicación del Decreto creando la Federación Sindical de Agricultores Arroceros.


Por la tarde en Sueca, en donde al llegar me aturdieron con unas carcasas y me sorprendieron con un jubiloso recibimiento, muchas tracas, volteo general de campanas, la banda de música y todas las Autoridades con un gentío impresionante.


     Los más entusiastas capitaneados por el amigo Arcadio Carbó me arrancaron de la Comitiva y a hombros fui llevado al Casino de la Villa, al Ayuntamiento y al Sindicato de Carreteras.


     Por la noche fui a dar una conferencia en el Casino, explicando lo ocurrido en Madrid, y luego a dormir.


     ¿Ustedes aún no se han dormido'.


Sueca, 1963


 


 


DE CONFORMIDAD CON LA DISPOSICION ADICIONAL SEGUNDA, DEL REAL DECRETO-LEY TREINTA Y UNO/MIL NOVECIENTOS SETENTA Y SIETE, DE LA FEDERACION SINDICAL DE AGRICULTORES ARROCEROS DE ESPAÑA, CREADA POR DECRETO DE DIECISIETE DE MAYO DE MIL NOVECIENTOS TREINTA Y TRES, ELEVADO A RANGO DE LEY POR LA DE DIEZ DE MARZO DE MIL NOVECIENTOS TREINTA Y CUATRO, Y LA FEDERACION DE INDUSTRIALES ELABORADORES DE ARROZ, CREADA POR DECRETO DE DOS DE JUNIO DE MIL NOVECIENTOS TREINTA Y TRES, TENDRAN EL CARACTER DE CORPORACION DE DERECHO PUBLICO DEPENDIENTES DEL MINISTERIO DE AGRICULTURA, CONSERVANDO SUS DERECHOS, FUNCIONES Y PATRIMONIOS, Y DENOMINANDOSE EN LO SUCESIVO FEDERACION DE AGRICULTORES ARROCEROS Y FEDERACION DE INDUSTRIALES ELABORADORES DE ARROZ.


 


Estoy intentando localizar los artículos del Decreto creando la Federación Sindical de agricultores arroceros, he encontrado hasta el articulo quince en una revista de publicación semanal que se publicaba en Sueca, llamada EL SUECO, de fecha 21 y 28 de Mayo de 1.933 y en el siguiente número debían de estar el resto del articulado, copiare hasta el articulo 15, si mientras aparece el numero perdido, pues los copiare todos.


Atentamente un saludo.



#1-621296
Responder